





(Barcelona, 1973)
Patricia Dauder se formó como artista en Barcelona y Holanda en los años noventa. Desde entonces hasta hoy, su práctica se ha desarrollado de forma consistente en los terrenos del dibujo, la escultura, el cine y los libros de artista, así como, en menor medida, la fotografía. Sus obras son el resultado de procesos de trabajo lentos e intuitivos, en los cuales la exploración formal guiada por la intuición y el azar desempeñan un papel relevante. Asimismo, el concepto de montaje resulta clave para Dauder: de ahí que sus piezas, a menudo, acaben adopotando la forma de conjuntos formados por varios elementos que guardan una estrecha relación mutua.
Aunque muchas de las obras de Dauder tienen como punto de partida la observación del entorno físico inmediato y real, a lo largo del proceso creativo sucede con frecuencia que lo figurativo retrocede hasta casi desaparecer, convirtiéndose en una mera huella, o en un rastro apenas perceptible. A esta idea de huella se vincula, en muchos de sus trabajos, la profundidad, un elemento recurrente que Dauder explora mediante métodos como la superposición de capas, el rascado de las superficies o el vaciado de volúmenes. De igual manera, en sus obras cinematográficas y en sus libros la dimensión temporal que marca el ritmo de contemplación impuesto por el propio formato se convierte en un elemento de exploración gracias al cual Dauder, logra expandir el potencial de significados de sus piezas.
Mela Dávila
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Patricia Dauder 41º08’56.66″ N/ 08º36’43.60″ W, 2013 |
Libro de artista |
49 x 34,1 cm 100 pág. |
Para la publicación 41°08’ 56.66” N / 08° 36’ 43.60” W (2013), que apareció con el número 35 de la colección de libros de artista Cru, Patricia Dauder trasladó al soporte editorial un dibujo de gran formato del mismo año. En aquel dibujo, que se presentó en la Fundaçao Serralves de Oporto, una serie de fragmentos blancos a modo de líneas discontinuas recorrían, a diferentes alturas, una superficie negra. Dauder había creado el dibujo original, que constaba de doce partes, durante una residencia en Oporto, tomando como inspiración sus paseos a lo largo del río Duero. El proceso de realización del dibujo, considerablemente lento, consistió en cubrir con grafito cada una de las doce secciones de papel para, seguidamente, ir borrando ciertas partes, a fin de hacer emerger zonas claras sobre el fondo negro. Libro y dibujo recibieron su título de las coordenadas de un lugar real y concreto, evocador de las representaciones cartográficas clásicas, lo cual contrasta con el carácter abstracto de la imagen. La promesa de la representación visual de un paisaje, una ruta o un viaje no identificable que entraña tal título provoca una inesperada tensión cuando, al ir pasando las páginas, el observador las descubre cubiertas por completo por superficies negras, en las que la interacción entre zonas claras y oscuras es leve y sutil. La orografía real, en este proyecto, parece haber sido sustituida meramente por un “paisaje emocional” en el que apenas si resultan apreciables ciertos rastros en la oscuridad o bien, quizás, las zonas de contacto entre agua y tierra en el lugar físico que sirvió de inspiración para la imagen. El contenido de la publicación responde, así, a dos motivaciones simultáneas y, en apariencia, paradójicamente contradictorias: el interés de la artista por trabajar con sensaciones espaciales, atmósferas y mapas topográficos, combinado con su voluntad consciente de dar visibilidad al concepto de ausencia, entre otras formas, optando por no representar una escena. La experimentación de Dauder con elementos propios del género cinematográfico, como son la captura de la experiencia de la luz y el impacto del montaje, ha sido una constante en su obra desde 2005. En 41°08’ 56.66” N / 08° 36’ 43.60” W, el montaje y la secuencialidad del cine se transforman, sobre el papel, cuando la artista despliega la imagen a lo largo de la sucesión de páginas, de tal modo que sea el ritmo de “lectura” el que marque los tiempos de recepción. La temporalidad se suspende mediante la eliminación de cualquier anclaje referencial externo a la imagen. Así, el libro tiene su propio tiempo interno, un tiempo ajeno al devenir más allá de sus páginas que se corresponde con la noción de “tiempo suspendido”, que la propia artista identifica como un elemento característico de su práctica artística. Es así como, aunque libro y dibujo presentan una misma imagen, la publicación exige por parte del observador una actitud de interpretación y lectura radicalmente distinta a la que demandaría el dibujo mural. Mela Dávila |