Boris Mikhailov

Boris Mikhailov es un artista cuya obra no puede entenderse sin tener en cuenta, aunque sea brevemente, la historia reciente de su ciudad: Kharkov. La ciudad en la que nace en 1938, la ciudad en la que transcurre buena parte de su vida y a la que regresa cada vez que puede desde Berlín, la ciudad donde reside tras recibir, en 1996, la prestigiosa beca del Servicio Alemán de Intercambio Académico, DAAD.

Considerada, entre 1917 y 1934, como la brillante y próspera capital de la República Socialista Soviética de Ucrania, Kharkov empieza a vivir lo que será su declive a partir de principios de los años treinta, como consecuencia del Holodomor –el genocidio ucraniano causado por la radical transformación de las estructuras económicas y sociales impulsadas por Stalin– y los efectos de la emigración de sus habitantes en busca de alimentos y –¡quién sabe!– una vida mejor. Ahora bien, si el éxodo de buena parte de sus ciudadanos fue una de las causas de la pérdida de su importancia, lo que llevó a Kharkov a convertirse en una ciudad provinciana y anónima fueron las decenas de ocasiones en que fue atacada durante la Segunda Guerra Mundial y antes de su liberación de los nazis el 23 de agosto de 1943. Obligada a reinventarse a partir de la destrucción del 70% de su territorio y el asesinato de varios miles de habitantes, Kharkov está considerada en la actualidad como uno de los principales centros industriales, culturales y educativos de Ucrania, gracias a las industrias e investigaciones especializadas en la producción de armas y turbinas, la electrónica nuclear y la industria aeroespacial. Es decir, gracias a las fábricas donde se forma el espíritu rebelde de Boris Mikhailov y la posibilidad de manifestar a través de la fotografía su sutil resistencia a un sistema que no le satisface.

Frederic Montornès